lunes, 28 de noviembre de 2011

Blas de Otero

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Bilbao, 1916 - Madrid, 1979) Poeta español. Su obra, que parte de la angustia metafísica para desembocar en lo social y testimonial, es una de las más importantes de la lírica de posguerra, y un ejemplo del llamado "exilio interior" que caracterizó a buena parte de la resistencia contra el franquismo ejercida desde la propia España.
Educado con los jesuitas, estudió Derecho en Valladolid y Filosofía y Letras en Madrid. En 1951, a raíz de un viaje a París, ingresó en el Partido Comunista. Vivió largos períodos en Francia y en Cuba.
Sus primeros poemarios pusieron de manifiesto sus inquietudes religiosas. En Cántico espiritual (1942), la influencia de los místicos españoles se expresó a través de una fe inquebrantable, pero ya en Ángel fieramente humano (1950) predominó el conflicto metafísico, con exasperados diálogos con Dios en los que se alternan la súplica dolorida y un sombrío nihilismo.
A partir de Redoble de conciencia (1951) el grito de angustia individual se proyectó en lo universal, y reflejó el horror provocado por los conflictos bélicos acaecidos en España y Europa. Posteriormente apareció Ancia (1958), título formado con la primera y la última sílabas, respectivamente, de los dos volúmenes anteriores, donde se incluyeron bastantes poemas inéditos.
Ancia es quizá la mejor parte de su obra: poesía bronca y "desarraigada" (en calificación de su prologuista Dámaso Alonso), de imprecación religiosa y de intensa desolación existencial; expresión asimismo de una poderosa energía verbal, con predominio de formas clásicas (en especial el soneto), agresiva imaginería y juegos conceptistas, coexistencia de niveles léxicos dispares (culto, coloquial), hábil recurso a la armonía imitativa, empleo del collage. Esta lengua poética singularizará siempre su poesía, a pesar de los cambios.
Pero fue Pido la paz y la palabra (1955) el libro que señaló más claramente un cambio de rumbo en su lírica, que a partir de ese momento puso en segundo plano su escepticismo existencial para proclamar una nueva fe en la solidaridad humana y afirmar la necesidad de la esperanza salvadora. La tarea primordial fue "demostrar hermandad con la tragedia viva", lo que consiguió a través de un credo poético combativo y comprometido.
En castellano (1960) fue una prolongación de esta preocupación social, mientras que, frente a la "inmensa minoría" que J. R. Jiménez declaró como destinataria de sus versos, de Otero se dirigió a la totalidad de las gentes con libros como Con la inmensa mayoría (1961) y Hacia la inmensa mayoría(1962), compendio de su producción anterior. La voz áspera y agitada del autor, que recordaba frecuentemente el tono crispado de Miguel de Unamuno, continuó pronunciándose en Esto no es un libro (1963), Que trata de España (1964), Mientras(1970) y Poesía con nombres (1977). Abordó también la prosa autobiográfica en Historias fingidas y verdaderas (1970).


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A LA INMENSA MAYORÍA


Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.

DIGO VIVIR


Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.
(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)
Digo vivir, vivir como si nada
hubiese de quedar de lo que escribo.

Porque escribir es viento fugitivo,
y publicar, columna arrinconada.
Digo vivir, vivir a pulso, airada-
mente morir, citar desde el estribo.

Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,
abominando cuanto he escrito: escombro
del hombre aquel que fui cuando callaba.

Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra
más inmortal: aquella fiesta brava
del vivir y el morir. Lo demás sobra.

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martes, 15 de noviembre de 2011

Antonio Gala

(Brazatortas, Ciudad Real, 1937) Dramaturgo, novelista y poeta español. Criado en Córdoba, realizó sus estudios primarios y de bachillerato en la ciudad andaluza, en un colegio de La Salle. Posteriormente estudió Derecho en la Universidad de Sevilla, y tras obtener la licenciatura, Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Económicas en Madrid. Tras algunos años de dificultades económicas, en los que tuvo que trabajar como peón de albañil, repartidor de una panadería y dar clases, residió algún tiempo en Florencia. Fue profesor de Filosofía y de Historia del Arte en diversos colegios de Madrid.

Escritor precoz, se inició en la literatura en el círculo de la revista Cántico. Se considera a sí mismo un poeta, por encima de todo. De hecho, toda su obra tanto dramática como narrativa está impregnada de un fuerte lirismo, que cierta crítica ha calificado de trasnochado y anacrónico. Tras obtener el premio Adonais por el libro de poemas Enemigo íntimo(1959), publicó el poemario La deshonra (1962) y comenzó su actividad como dramaturgo con Los verdes campos del Edén (1963), obra sorprendentemente madura en la que el tono metafórico alcanzó tintes extremos y que sería galardonada con el Premio Calderón de la Barca (1963) y el Ciudad de Barcelona (1965).
A partir de entonces pudo dedicarse por entero a la literatura. Entre su producción inmediatamente posterior cabe destacar El caracol en el espejo (1964),El sol en el hormiguero (1966), Noviembre y un poco de yerba (1967), Los buenos días perdidos (1972) y Anillos para una dama (1973), obras con las que obtuvo grandes éxitos de taquilla no siempre refrendados por la crítica. Los elementos simbólicos del teatro de Antonio Gala pretendieron interpretar la realidad contemporánea española: todos estos textos son resultado de la fusión de contenidos líricos, sociales y de crítica moral, expresados con frecuencia a través de metáforas intemporales que proporcionan al espectador las claves para entender el presente.
Otros títulos importantes fueron Las cítaras colgadas de los árboles (1974), Petra regalada (1980), El cementerio de los pájaros (1982), El hotelito (1985),Séneca o el beneficio de la duda (1987), La truhana(1992) y Los bellos durmientes (1994). El autor ha llevado a cabo una prolífica labor como articulista en diversas publicaciones y ha escrito guiones de televisión como los de la serie Paisaje con figuras,editados en 1985.
En la década de los 90 hizo incursiones en el campo de la narrativa con títulos como El manuscrito carmesí(1990), por el que obtuvo el Premio Planeta, La pasión turca (1993) y La regla de tres (1996), cuyo denominador común es el análisis de las inclinaciones eróticas de los personajes femeninos, cuya sensualidad se manifiesta por medio de un lenguaje convencionalmente poético. La pasión turca fue uno de los libros más leídos del año en España, y de ella se hizo una adaptación cinematográfica que no satisfizo demasiado a su autor.
También es autor de los cuentos reunidos en El corazón tardío (1998) y de una compleja novela, próxima al género ensayístico, titulada Las afueras de Dios (1999). Posterior es su libro de memorias Ahora hablaré de mí (2000). En 1997, tras treinta años sin publicar poesía, editó Poemas de amor. De sus libros de poesía más recientes destacan Testamento andaluz (1994) y El poema de Tobías desangelado(2005). Antonio Gala ha sido asimismo autor de comedias musicales: Suerte, campeón (1973), El veredicto (1984), Carmen Carmen (1988), y del libreto de la ópera Cristóbal Colón (1985).


Condena

A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.

Ni concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.

No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,

porque, en este proceso a largo plazo
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.

Quizá el amor es simplemente esto...

Quizá el amor es simplemente esto:
entregar una mano a otras dos manos,
olfatear una dorada nuca
y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio.

El grito y el dolor se pierden, dejan
sólo las huellas de sus negros rebaños,
y nada más nos queda este presente eterno
de renovarse entre unos brazos

Maquina la frente tortuosos caminos
y el corazón con frecuencia se confunde,
mientras las manos, en su sencillo oficio,
torpes y humildes siempre aciertan.

En medio de la noche alza su queja
el desamado, y a las estrellas mezcla
en su triste destino.
Cuando exhausto baja los ojos, ve otros ojos
que infantiles se miran en los suyos.

Quizá el amor sea simplemente eso:
el gesto de acercarse y olvidarse.
Cada uno permanece siendo él mismo,
pero hay dos cuerpos que se funden.

Qué locura querer forzar un pecho
o una boca sellada.
Cerca del ofuscado, su caricia otro pecho exige,
otros labios, su beso,
su natural deleite otra criatura.

De madrugada, junto al frío,
el insomne contempla sus inusadas manos:
piensa orgulloso que todo allí termina;
por sus sienes las lágrimas resbalan...
Y sin embargo, el amor quizá sea sólo esto:
olvidarse del llanto, dar de beber con gozo
a la boca que nos da, gozosa, su agua;
resignarse a la paz inocente del tigre;
dormirse junto a un cuerpo que se duerme.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

JUAN JOSÉ DOMENCHINA

Nace en 1888. Es hijo de una familia de ingenieros de caminos.  Maestro nacional, carrera que nunca ejerció. Fue asiduo colaborador en revistas y diarios madrileños, sobre todo en El Sol, y con el pseudónimo de Gerardo Rivera, en La Voz.
Publicó sus primeros poemas a los diecinueva años, El poema eterno (Madrid, 1917), prologado por Ramón Pérez de Ayala. Más tarde inició en las páginas de El Sol su impagable labor como crítico literario, bajo el seudónimo de Gerardo Rivera que se haría famoso.
Ya en 1921 conoció a don Manuel Azaña, que dirigía entonces La Pluma, junto con el que sería su cuñado más tarde, Cipriano Rivas Cherif. Colaboró entonces en la revista y se inició así una entrañable amistad entre los tres que sólo terminaría con la muerte.
Cuando Azaña funda Acción Republicana en 1925 cuenta con el poeta Domenchina y así mismo en 1934, cuando se funda Izquierda Republicana. Desde entonces, hasta su exilio, ya no se separó de su amigo y mentor.
Las oficinas de Presidencia siguieron establecidas en el palacete de la entrada de la Castellana. "Llevóse allí (Azaña) de subsecretario a Enrique Ramos, y en calidad de secretario particular a Juan José Domenchina, conocido poeta entre los jóvenes y amigo nuestro desde los tiempos de "La Pluma". Era muy devoto de mi cuñado y asiduo de la tertulia del Regina y bienquisto de aquella compañía selecta", escribió Rivas Cherif.
    Acumuló luego a este cargo de secretario particular, el de secretario político hasta que en 1935 dimitió por razones de salud. Padecía dolores reumáticos que en ocasiones llegaban a dejarle paralizado. Pero mantuvo siempre su amistad y devoción por el presidente de la República.
    Es lástima que las notas que el poeta tomó para escribir la biografía de Azaña se hayan perdido, como tantas otras cosas. Pero no se perdieron sus obras en verso y prosa. El hábito, novela corta (1920) y sobre todo La túnica de Neso (1929), novela vanguardista y original.
Más conocido como poeta, La corporeidad de lo abstracto lo llevó a la más alta fama. El libro lleva un prólogo de Enrique Díaz Canedo, crítico reconocido. "Este poeta medita y el tema de su meditación no es otro que el hombre, su origen, su destino, su agonía, es decir, la lucha constante con cuanto le rodea, y, más terrible aún, consigo mismo".
    Al ser nombrado jefe del Servicio Español de Información creó el Boletín de Información y el Suplemento Literario del Servicio Español de Información, en el que colaboró Antonio Machado. Emigrado a Valencia con el gobierno republicano, Domenchina fue miembro del Consejo de Colaboración de la revista Hora de España, y, ya en Barcelona, colaboró en las páginas de La Vanguardia.
 En enero de 1938 fue nombrado secretario del Gabinete Diplomático de la Presidencia y allí permaneció hasta la dimisión de Azaña. Amigo y colaborador inseparable, acompañó al Presidente en todos sus desplazamientos. En febrero de 1939, Domenchina y su mujer, la también escritora Ernestina de Champourcin, abandonaron España para siempre, radicándose en México..
    En México, el poeta trabajó en labores editoriales hasta su muerte en 1959. Azaña nunca olvidó a su amigo y confidente. En carta a don Angel Osorio , el 28 de junio de 1939, ya en Francia, escribe: "He obtenido del Presidente Cárdenas un puesto, también en la Casa de España, para Domenchina, que ha estado tres meses en Toulouse, con su familia, pasando las penas derramadas".
    Como tantos republicanos españoles, Domenchina murió en el exilio, pobre y olvidado, añorando Madrid. En una antología de versos, titulada Perpetuo arraigo, escribió: "Todos los libros que cito, como otros que no están representados en la presente selección, los escribí en México, pero desde España, a través de una década de dolor esperanzado y añorante, de 1939 a 1949".
    Su vida en el exilio fue triste y vacía. El poeta se consideraba una sombra viviente, sin posibilidad de reflejarse en nada ni en nadie. No obstante, publicó libros significativos: Destierro(1942), Pasión de sombra (1944), Tres elegías jubilares (1946), la segunda de ellas dedicada a Azaña; La sombra desterrada (1950) y El extrañado (1958).
    Gracias a su empeño, se difundió la obra de los exiliados españoles y hay que recordar la serie de artículos que publicó en el diario Hoy, con el título general de Pasión y muerte de la República Española. En ellos se narra su experiencia al lado de don Manuel Azaña y se aportan datos de interés para conocer el conflictivo panorama de aquellos años. También en suAntología de la poesía española contemporánea, que se convirtió en toda la América de habla española en referencia y cita obligada, y desconocida entre nosotros.  
Publicó dos tomos de crítica literaria, Crónicas de Gerardo Rivera, y Nuevas crónicas de Gerardo Rivera. Y se le deben ediciones de Espronceda, Fray Luis de León, Unamuno,Cuentos de la vieja España, y traducciones de Rilke (Las elegías de Duino) y -en colaboración con su mujer, la poetisa Ernestina de Champourcín- de Emily Dickinson,
   Parece ser que sintiendo acercarse "la mano de nieve" quiso venir a morir a Madrid. La cruel dictadura le negó la entrada. No podían olvidar que había sido secretario personal del "odiado" Azaña. Así, murió en Méjico, el 27 de octubre de 1959, a causa de un enfisema pulmonar.
Pero nosotros sabemos que murió, como tantos otros, de España, de su ausencia.
Sus restos fueron a parar al glorioso cementerio español de la capital mejicana. Su mujer quiso llevarle un ciprés de Castilla para acompañarle eternamente.  

Mañana será Dios.
Esta yacija, donde se desploma
noche a noche el despojo de mí mismo
no es cauce para el sueño, sino abismo
Al que mi angustia de caer se soma.
La sábana, que cubre y que no toma
la forma de mi cuerpo, en su mutismo,
sin un pliegue de amor, dice lo mismo
que mi despego y en el mismo idioma.
...Mañana será Dios, y su porfía
sacudirá, violenta, al mal dormido
con su irrupción de polvo o nuevo día.
Aquí no hay alta noche, y, tras la hora
más oscura de un cielo descendido,
se enciende el sol, de pronto, sin aurora.

Dolor humano.
Aquí en mi jaula estoy, con mi jauría
famélica. El escaso nutrimento
de mi carne no sirve de sustento
a la voracidad en agonía
de este tropel devorador que ansía
mi cotidiano despedazamiento
y que ataraza, en busca de alimento,
mis huesos triturados, noche y día.
Pero no me lamento; no podría
dolerme yo, Señor, de mi tormento
junto a tu cruz, que blasfemar sería.
Múltiple fue tu compadecimiento,
-por todos tu sufrir-... y en mi agonía
no cabe más dolor que el que yo siento
.