jueves, 30 de diciembre de 2010

¡¡¡FELIZ 2011¡¡¡ UN BESIN

COMO ESTA ASTURIANA MAÑANA NO SE PUEDE CONECTAR VOS DESEA ¡¡¡FELIZ 2011¡¡¡ UN BESIN MUY MUY GRANDE.


martes, 28 de diciembre de 2010

PARA TODOS MIS SEGUIDORES CON TODO MI CARIÑO

ESTE VIDEO FUE GRABADO POR MI MARIDO PARA TODOS VOSOTROS CON TODO SU CARIÑO, ES EL BELEN DE TORREVIEJA, ESPERO QUE VOS GUSTE, UN BESIN MUY GRANDE DE LOS DOS

domingo, 26 de diciembre de 2010

ME GUSTARÍA ( PARA MIS SEGUIDORES CON TODO MI CARIÑO)

ME GUSTARÍA SER POETA
PARA ESCRIBIROS
EL MÁS BELLO DE LOS VERSOS

ME GUSTARÍA SER MÚSICO
PARA TOCAROS
LOS MÁS BELLOS ARPEGIOS

ME GUSTARÍA SER PAYASO
PARA PONEROS
LA MÁS BELLA  SONRISA
EN VUESTROS LABIOS

ME GUSTARÍA SER BRISA MARINA
PARA PODER ASÍ ABRAZAROS 
Y DAROS UN BESO NACIDO
DE LO MÁS PROFUNDO DE MI CORAZÓN 

COMO NO SOY NI PUEDO 
SER NADA DE TODO ESO 
SOLO PUEDO DECIROS 
A TODOS MIS SEGUIDORES 
QUE VOS LLEVO EN MI ALMA
QUE VUESTRAS PENAS SON MIS PENAS
Y VUESTRAS ALEGRÍAS MI SATISFACCIÓN
VUESTRAS IMÁGENES 
UN DELEITE PARA MIS SENTIDOS 
Y VUESTROS COMENTARIOS
UN ALIMENTO PARA MI CORAZÓN 

QUE DESEO QUE A CADA UNO DE VOSOTROS 
EL AÑO QUE VIENE VOS CONCEDA
TODO LO QUE ANHELA Y SUEÑA 
VUESTRO CORAZÓN

QUIERO DECIROS QUE VOS QUIERO UN MONTÓN
QUE VOS AGRADEZCO VUESTRO CARIÑO 
QUE ME BRINDÁIS DESDE VUESTRO RINCÓN 
QUE PARA MI SER AMIGA VUESTRA
ES TODO UN HONOR 
Y QUE POR EL AIRE VOS MANDO UN BESO
A CADA UNO DE VOSOTROS
PARA QUE LLEGUE A VUESTRO BLÓG                                               OZNA

                                            ESTE VÍDEO VOS LO DEDICO CON TODO MI CARIÑO
                                               MUCHAS GRACIAS POR SER COMO SOIS.


                                                                                            


ANDRÉS FERNÁNDEZ, Manuel de (Mánfer de la Llera)

ANDRÉS FERNÁNDEZ, Manuel de
(Mánfer de la Llera)
(1918)



Mánfer de la Llera, minero, poeta y narrador en bable


Mánfer de la Llera, uno de los autores más representativos de la literatura en lengua asturiana de la posguerra, falleció el miércoles en Gijón, víctima de un cáncer, en la víspera de su 87º cumpleaños. Nacido en Langreo el 7 de abril de 1918, Manuel de Andrés Fernández, que popularizó el seudónimo de Mánfer de la Llera, compatibilizó la actividad literaria con su trabajo como minero en varias explotaciones carboneras de la región, dedicación laboral que emprendió siendo muy joven y en la que acabó jubilándose, y que sólo interrumpió durante un periodo de su vida cuando, poco después de la Guerra Civil, desempeñó la representación comercial en Madrid de una empresa fabricante de maquinaria minera.

Como escritor cultivó la poesía, la narración -sobre todo el cuento y el monólogo- y el articulismo, y en unos y otros géneros plasmó su compromiso social y político, una marcada sensibilidad hacia los problemas de los mineros y una tenaz defensa del idioma asturiano, de cuya normalización fue un constante defensor. Fue presidente del colectivo Conceyu Bable, ya desaparecido, y en la actualidad era miembro correspondiente de la Academia de la Llingua Asturiana.
Mánfer de la Llera fue un autor muy respetado por las nuevas generaciones de autores en asturiano, que le tributaron un homenaje hace unos meses al cumplirse el 25º aniversario de la creación del colectivo Conceyu Bable. Manuel de Andrés Fernández era autor de media docena de libros: Cuentos en verso asturiano (1953), Cielo bajo tierra(1982), Garrapiellu lliterariu asturianu: cuentos y poemes (1983), Cabalgando sol tiempu (1990) y Coses vivíes. Esta última es una recopilación de 20 relatos en los que narra sus dramáticas vivencias en la Guerra Civil, durante la que sirvió al Gobierno de la República en un aeródromo del municipio de Carreño.
Con su hijo Ramón d'Andrés, director de la Oficina de Política Llingüística del Gobierno de Asturias, editó en 1997 Vocabulariu asturianu de la mina.-


HÉROES ANÓNIMOS —LA EPOPEYA DEL SOSUELU—

¡Oh, Dioses del Olimpu!, echáime una gabita, que nun sé si yo solu podré tirar del carru y finar esta xera.
¡Oh, Muses del Parnasu!, sofitáime un migayu, que tamién a vosotres necesita na estaya esti humilde poeta.
¡Y a tí, hermanu Apolo!, acudo en tí enfotáu: Tú, que les ames tanto, inspira a les tos Muses, pa qu’elles m’inoculen el néutar del to numen.
Que voi narrar la síntesis d’una epopeya diaria que tán llibrando impávidos, nes coraes de la tierra, forníos topos humanos, los héroes anónimos, ¡los homes de la mina!
Yo baxé abondes vegaes a lo fondero del Tártaru (tercer rexón del Avernu), a u Plutón tien el so tronu atarraquináu solombres: espeu tros cadavéricos habitantes d’esi reinu.
Yo vime n’ocasiones escorríu poles Furies, que nun queríen dexame lluchar pola esistencia, que’l trabayu me daba,—a mí y a mio familia— allá abaxu nel fondu, onde elles s’erixíen de Dioses d’esi prediu.
Y en delles circunstancies, yo ablayáu, furando chipiteles perestrenchos, esbolígome al centru d’esi mundu, un mundu de materies minerales, baxu un cielo ensin sol y ensin estrelles, onde lo que camines ye a cencielles.
Y enrítense les Fíes de la Nueche, al ver que los humanos el so reinu, intenten invadir p’apoderase d’escomanaes riqueces qu’elles guarden. Y ordenen a la Parca que destruya al que tratare d’entrar dientru l’Arcanu.
Faciendo casu omisu de necies alvertencies, de pies nun montacargues, que baxa en vertical per tubu abovedáu revistíu de cementu, viaxo a la boca l’Orcu. Alluéu per prollongaes galeríes, de metálicos arcos reforzaes, o cuadros de madera bien encaxaos, penetro na morada de les dioses, esponiéndome impávidu, a les monstruoses artes yá emplegaes escontra otros collacios fenecíos: al barrenu qu’españa y t’invalida, al costeru traidor que t’estrapalla, o al argayu carbón de fría lava, que t’endolca na masa y te tapez. O a la invisible nube que mata silenciosa con ósidos durmientes, o a la muerte ruidosa con españíos tremendos del metanu prendíu, al mecese col aire, que con furia espantible retorcigaña o france los arcos o los cuadros, y les xugaes los tayos, na galería y na rampla, acabando nel intre con tola entibación y encelegaes y nuna quiebra ciega. Nesi apavoriáu instante too ye muerte y medrana, desolación y ruines en tola rodalada. Equí nun queda dalu requexu pal amor; equí nun hai afayu pa cantar poesía; equí nun queda nada prestoso pa la vida. Sólo queda un silenciu pa la tristura l’alma; sólo queda un espaciu pal duelgu y pa la murnia, pal lloru y… poco más.
Mas, comu la esistencia ye una llucha continua, colingáu n’estratos carboníferos, (fósiles arbolacios prehestóricos), y a traviés d’una viesca de mampostes, allá voi esmuciéndome na rampla, comu nun tobogán que m’empobina escontra d’un testeru d’oru prieto, ayalga rellumante na solombra. Esti ye’l mio destín. Y quiciabes, quiciabes, pue ser el mio afechar.
Y equí fina’l mio cantu, o más que cantu tartiu, ¡oh, Dioses del Olimpu!, ¡oh Muses del Parnasu!, y ¡oh, Apolo, bon hermanu!. Pa que s’enteren dellos —fabricantes de guerres— que nun son mester griesques ente pueblos hermanos, pos épiques batalles yá se llibren a diariu, nes coraes de la tierra, ente los elementos y los topos humanos, los héroes anónimos, ¡los homes de la mina!


                                  (En Lletres asturianes, 40)

sábado, 25 de diciembre de 2010

Carlos Cano : Biografía

Carlos Cano, cantante, nació el 28 de enero de 1946 en Granada, donde falleció el 19 de diciembre del 2000Carlos Cano (ampliar foto...)

La vida no le regaló sino lo que sus ganas de vivir le pedían: una ocasión para mostrar su sentido lírico y solidario. Lo mostró en los numerosos discos de los últimos años, pero un 19 de diciembre de 2000 su corazón le traicionó, allá en su Granada natal, ciudad que le vió por primera vez en 1946, quebrándose con la debilidad de la mejor copa de cristal.

Carlos Cano pensaba que la fe en la copla mueve montañas. Él, que se había visto renacido en Nueva York tras su primera operación, comenzó a cantar en la universidad, con voz trémula y memoria familiar republicana en 1969. No en vano, su abuelo había sido fusilado justo al término de nuestra guerra civil.

Aún así, Carlos no decide dedicarse a la canción hasta tres años después, animado por gente como Lluís Llach y Enrique Morente. Había firmado ya para entonces el "Manifiesto Canción del Sur", junto al cantante Antonio Mata y Juan de Loxa, entre otros artífices del grupo Poesía 70. También había dado ya su primer recital a solas en la Casa de las Américas. Pero más importante aún fue que tuviera puesta música a las casidas "De la Muchacha Dorada" y "De las Palomas Oscuras", de Lorca. De ahí que la UNESCO reclamase su presencia en el tributo al poeta que organizó en París en 1972. Por aquel acto, Arias Navarro, desde la Alcaldía de Madrid, le declaró persona non grata.

Carlos Cano optó, con 26 años, por ser cantante. Sin embargo, hubo de ganarse antes la vida como mozo de hotel en Suiza, trabajando en la imprenta germana del Der Spiegel, como marinero en el puerto de Rotterdam y con aparejos de albañil en Barcelona. Todo ello después de haberse estrenado como compositor de canciones, con la titulada "Miseria", y una vez educado en las tonadas de juglares americanos como Bob Dylan y compiladores poéticos de la resistencia antifranquista como Paco Ibáñez.

De 1976 data su primera grabación: "A Duras Penas", en clara sintonía con el andalucismo militante de la época. De ahí que, un año después, "La Murga de los Currelantes", incluida en el disco "A la Luz de los Cantares", terminara ofreciendo la lectura social más incisiva de nuestra transición política vista desde el Sur. Curtido en la emigración, estaba ya orientado hacia su carrera musical, tras dejar atrás tímidos estudios de maestría industrial y arquitectura de interiores.

A partir de ese momento, Carlos Cano entraría con nombre propio en la escena de nuestra canción concienciada, a caballo de un sonido con raíces. Y la prueba de ello estuvo en la lírica arábigo andaluza de sus "Crónicas Granadinas" (1978).

"De la Luna y el Sol" y "El Gallo Morón" fueron los siguientes trabajos hasta el año 1981, que ampliaba el punto de vista del folclore andaluz, derivando hacia el sinfonismo.
La gran reflexión artística de Carlos Cano llegó en 1983, con el disco "Si Estuvieran Abiertas Todas las Puertas", en el que comenzó a reivindicar el valor de la vida cotidiana, con humanidad a prueba de ideologías, frente a las banderas grandilocuentes. Un trabajo al que siguió su "Cuaderno de Coplas" (1985) donde se incluían sus famosas "Habaneras de Cádiz" que tendían puentes armónicos entre las dos orillas atlánticas de habla española.

Sendos homenajes a Luis Cernuda y a Miguel de Molina presidirían, respectivamente, entre 1986 y 1988, los lanzamientos de "A Través del Olvido" y "Luna de Abril". Entre ellos se inserta la primera grabación de "María la Portuguesa" (dedicada a la cantante de fados Amalia Rodrígues), uno de los clásicos de Carlos Cano más versionados. Y es que, al referirnos a él, estamos teniendo en cuenta a uno de nuestros cantautores más prolíficos, apasionados y voluntariosos, capaz incluso de editar el álbum titulado "El Color de la Vida" (1996) al año de haber sido intervenido del corazón en Nueva York. De hecho, el cantautor nos había regalado un buen puñado de grabaciones más: "Ritmo de Vida" (1989), "Carlos Cano: En Directo" (1990), "Mestizo" (1992), "Forma de Ser" (1994) y "Algo Especial" (1995), en las que puso de manifiesto su toma de posiciones a favor del calor armónico y humano del hemisferio sur, así como su fuerza expresiva como artista de directo.

La versión austera de "La bien pagá" que dejó inmortalizada precedió a su paso por el quirófano del Hospital Monte Sinai en 1995.

Después, aún quedaban por venir su última revisión personal de otros títulos eternos de la copla (Antonio Vargas Heredia, No te llames Dolores, Ojos verdes) y su nueva aportación a los tributos lorquianos. Una superproducción en la que derrochó esencias acústicas sobre los versos del Diván del Tamarit y para la que contó con la Orquesta Filarmónica de Londres, el Orfeón Donostiarra, Paco Ibáñez, Santiago Auserón e incluso la voz del diestro Curro Romero.

Hasta ese momento, hasta la edición de "Diván de Tamarit" y de los dos álbumes que continuaron su trayectoria, "La copla, Memoria Sentimental" (1999) y "De lo Perdido y Otras Coplas" (2000), los electrocardiogramas que se le practicaban a Carlos Cano, ya periódicamente, no reflejaban nada alarmante.

Nadie podrá poner, sobre su cuerpo o su memoria, más bandera ideológica que la de la libertad. Era un hombre de izquierdas, pero sin militancia política que le impidiera razonar con talante conservador y anarquista a partes iguales.

El 22 de noviembre actuaría por última vez en público, durante una fiesta de la Sociedad General de Autores en el madrileño Círculo de Bellas Artes.

para mis seguidores con todo mi cariño ¡¡feliz navidad¡¡ un besin muy grande

domingo, 19 de diciembre de 2010

para todos mis seguidores con todo mi cariño, muchos besinos

GLORIA FUERTES

Gloria Fuertes

{ Madrid, 1917 - Madrid, 1998 }
Retrato de Gloria Fuertes
Gloria Fuertes nació en Madrid en julio de 1917 en el seno de una familia humilde, su madre, costurera y sirviente; su padre, portero y conserje.
La menor de nueve hermanos, seis de los cuales mueren prematuramente, su infancia transcurre en las bulliciosas calles cercanas a la antigua Plaza del Progreso, donde aprende el lenguaje coloquial que la caracterizará. Era una niña alegre y extravertida y desde pequeña quiso escribir, pero la falta de medios la lleva a trabajar enviando cartas o contando huevos en una fábrica.
Su madre la matricula en el Instituto de Educación Profesional de la Mujer, donde recibió la formación que entonces se consideraba necesaria para una futura ama de casa: cocina, cuidado de niños, corte y confección, etc. Con quince años muere su madre. La Guerra Civil cambia su vida, la pérdida de su novio y sus propias experiencias marcan su carácter pacifista.
En 1939 escribe su primer relato para niños y lo envía al semanario Maravillas , donde es publicado y donde entrará a trabajar como editora durante diez años. De 1940 a 1955 publica muchos cuentos en la revista Maravillas así como en la revista Pelayo. En 1942, conoce a Carlos Edmundo de Ory.
En 1950 se publica su primer poemario: Isla ignorada. Por esos años acude a la taberna de Antonio Sánchez, en la que escribe sin cesar poemas y cuentos. Funda una tertulia de mujeres poetas que dará origen al grupo Versos con Faldas , grupo tremendamente activo que organiza lecturas de poesía y colabora en revistas como Rumbos, Poesía Española o El pájaro de paja. En 1952 funda la revista Arquero, conjuntamente con Antonio Gala, Rafael Mir y Julio Mariscal. En 1954 publica Antología y poemas del suburbio y Aconsejo beber hilo.
En 1955 obtiene un puesto de bibliotecaria en el Instituto Internacional de Madrid. Consigue, en 1961, una beca Fulbright para dar clases de literatura española del s. XX en Pennsylvania durante 3 años. En 1958 recibe la Primera Mención del Concurso Internacional de Poesía Lírica Hispana con Todo asusta. En 1962 publica Que estás en la tierra, en la colección Collioure dirigida por José María Castellet.
En 1965 gana el Premio Guipúzcoa por Ni tiro ni veneno ni navaja . En 1968, publica su obra más lograda: Poeta de guardia y Cangura para todo, primer libro de cuentos para niños, mención en el Premio Internacional Hans Christian Andersen. Y al año siguiente recibe un Accésit del Premio Vizcaya por Cómo atar los bigotes al tigre.
Su libro de versos Don Pato y Don Pito es recomendado para lectura en las escuelas por el Ministerio de Educación y Ciencia. En 1972, es becada por la Fundación March y así puede trabajar con libertad. Publica montones de obras para niños y libros de poemas como Cuando amas aprendes Geografía (1973) y Sola en la sala (1973).
En los años setenta trabaja en Televisión Española en Un globo, dos globos, tres globos y en La cometa blanca a partir de 1982. En septiembre de 1998 se le diagnostica un cancer de pulmón que acabará con su vida en la madrugada del 27 de noviembre.

Balada salvaje
Qué amor más sano había
entre el ciervo y aquella gacelilla.
Se encontraban al alba junto al lago,
se corrían saltando todo el día.
Su amor fue como el agua del arroyo,
¡qué cristalino amor ay, les unía!
La gacela y el ciervo paseaban
por el bosque besándose en la umbría.
Desinteresado amor les unía.
En el mundo animal
pasan las cosas
más bellas de la vida.
Un pájaro que canta a la paloma;
un lagarto que espera noche y día...
-una gacela hermosa se estremece,
porque el ciervo la mira-.
La roca tiene amores con el musgo,
la pared con la hiedra.
El árbol se conmueve con la brisa
el mar ama a la tierra.
Y todo tiene amores para nada.
Sólo del hombre brota el egoísmo.
La gacela y el ciervo se han parado,
bajo la sombra espesa de los tilos...

sábado, 18 de diciembre de 2010

Félix Rodríguez de la Fuente

(Poza de la Sal, 1928 - Klondike, Alaska, 1980) Naturalista y divulgador científico español. Médico de formación (se especializó en estomatología), su afición por la cetrería lo convirtió en una figura destacada de este arte, siendo requerido como asesor de la película El Cid (1961), rodada en España a las órdenes de Anthony Mann.

Félix Rodríguez de la Fuente
Con el paso de los años, su pasión por las aves rapaces devino en un interés científico por la vida salvaje en general. En 1964 inició sus colaboraciones en distintos programas de Televisión Española, cadena para la cual dirigió series divulgativas comoFauna (1968), Animalia (1969), Vida salvaje (1970),Planeta azul (1970-1974) y El hombre y la Tierra (1974-1980). Su área de actuación sobrepasó los límites físicos de la península Ibérica, para ampliarse a América Latina y África.
De todas estas experiencias televisivas surgieron las colecciones de libros Fauna, Cuadernos de campo yFauna ibérica. Además, promovió en España las ideas conservacionistas, a través de la Asociación para la Defensa de la Naturaleza (ADENA) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, institución de la que fue miembro.
En concreto, se le reconoce un papel destacado en la preservación de especies de grandes mamíferos ibéricos que a mediados de la década de 1970 se hallaban en serio peligro de extinción, como el lobo y el lince ibéricos, el oso pardo cantábrico y el muflón. Falleció en un accidente de aviación cuando realizaba filmaciones de la Iditarod -carrera de perros de Alaska- para un programa de televisión.

Monumento a Félix Rodríguez de la Fuente en Santander

martes, 14 de diciembre de 2010

MI PEQUEÑO HOMENAJE A ESTE GRAN CANTAOR Y MEJOR PERSONA ENRIQUE MORENTE


Adiós a una figura única del flamenco


<b>Muere el cantaor Enrique Morente</b>

Muere el cantaor Enrique Morente

El artista flamenco hubiera cumplido 68 años el 25 de diciembre.

El cantaor de poetas que renovó el flamenco

Enrique Morente con Pepe Habichuela en el XVI Festival Flamenco


Enrique Morente nació en el Albaicín granadino de 1942. Tiempos donde las sacudidas de la post-guerra convertía a los españoles de a pie en supervivientes del orden, expertos en la vergüenza ajena, y enigmáticos compañeros de la carencia. Las cuestas del Albaicín no escapaban a estas reminiscencias, acentuándose más o menos en función de los claro-oscuros que las invadían.







domingo, 12 de diciembre de 2010

Concha Piquer ( HOY HACE VEINTE AÑOS DE SU FALLECIMIENTO)

La cantante y actriz española, Concepción Piquer López, Concha Piquer, nación en Valencia el 8 de diciembre del año 1908.
A Concha la podemos considerar una cantante precoz, ya que empieza a cantar cuando tenía ocho años y a los once hace su debut en el teatro Segueros, de Valencia, actuando cuatro domingos seguidos cobrando un duro por actuación.
Estudió canto con el maestro Laguna y fue cantando desde muy jovencita en los teatros valencianos Apolo y Kursaal y en el Grao de Gandía.
Se ha considerado a Concha Piquer, doña Concha Piquer, como la máxima expresión de la copla o canción española, no sólo por su voz, sino también por su emotividad y expresividad interpretativa.
Concha fue descubierta por el maestro Penella, que el 13 de septiembre de 1922, interpretó la canción El florero, del mismo maestro, en el entreacto del estreno de la ópera El gato montés, en Nueva York, con tanto éxito que allí la denominaron The flower’s boy. Un éxito de Concha en Estados Unidos que hace que se quede en el país cinco años cantando en Broadway, donde permaneció un año entero en el teatro Winter Garden, y otros teatros.
Después de su estancia en EEUU regresa a España y forma Compañía propia con la que recorre España y muchos países Hispanoamericanos. Seguramente de aquella época es fiel reflejo la canción que Penella compuso a Concha y que sería de las que mas éxito tendría en su vida, En tierra extraña.
En 1927 presenta en el teatro Romea de Madrid un espectáculo al estilo de los que se hacían en Broadway, cantando canciones de Al Jolson o Eddie Cantor. Ese mismo año interpreta su primera película, «El negro que tenía el alma blanca», de la mano de Benito Perojo, el productor y director que le abriría las puertas de la popularidad, primero en el cine mudo y luego en el sonoro, porque su primera película sonora no la grabaría hasta el año 1929 y llevaría por título La bodega.
Después de la guerra civil, la artista que había estado dedicada fundamentalmente al music-holl, con canciones francesas y americanas, conoce al poeta Rafael de León y junto a Quintero y Quiroga crean para ella una serie de canciones que doña Concha interpretaría con absoluta maestría, formando casi todas ellas de una serie de espectáculos que tuvieron un éxito arrollador.
Canciones como Manolo Reyes, Triniá, Doña Sol, Ojos verdes, La Dolores, Lola la Petenera, Tatuaje, Cinco Farolas, La Parrala, No te mires en el río, Los piconeros, La Lirio, Romance de la Reina Mercedes, La niña de la estación, Yo soy esa, Antonio Vargas Heredia, Y sin embargo te quiero, A la lima y al limón o Cárcel de oro, alcanzarían tal popularidad que se convirtió en un autentico fenómeno sociológico que continuaría durante años con otras interpretes y que ha llegado hasta nosotros.
Concha contrajo matrimonio con el torero Antonio Márquez, con el que tuvo una hija, Conchita Márquez Piquer.
El 13 de enero de 1958 se encontraba Concha Piquer actuando en Isla Cristina, Huelva, y le falló la voz, probablemente por tener una faringitis mal curada y al terminar la actuación reunió a la compañía y les dijo: “Hoy han escuchado ustedes por última vez a Conchita Piquer” y dicho y hecho, se retiró definitivamente.
Doña Concha Piquer falleció el 11 de diciembre del año 1990, antes había dado instrucciones a su única hija: “Conchin, que me pongas en un ataud donde no entren bichos y vestidme con el traje de La Parrala”.


  

RUBIERA TUYA, Carlos



Nació en Caldones, Xixón, en 1956. Profesor d’enseñanza primaria. Fue ún de los cantautores qu’integraron l’efímeru movimientu musical “Nuevu canciu astur” nos primeros años de la transición, a semeyanza de movimientos similares d’otres nacionalidaes del estáu y tien varios discos editaos nel so haber. Apaez vinculáu a la organización de Conceyu Bable en Xixón y empieza a dase a conocer como narrador nos concursos de cuentos curtios entamaos por esta agrupación asturianista. En 1981 publica col Seminariu de Llingua Asturiana’l so primer llibru de relatos: Cuentos de tres la Guerra, alcordanza hestórica sobre la postguerra asturiana bebida nes fontes de la tradición oral. Carlos Rubiera fue ún de los miembros correspondientes que se presentaren na primer xunta pública de l’Academia de la Llingua naquel 1981.
   Algama dellos premios lliterarios, ente ellos el Certame de Cuentos y Poesíes del Institutu “Jerónimo González” de Sama, Llangréu. Nel añu 1982 gana’l Premiu de Narraciones Curties de la Diputación Provincial cola novela breve Nublu de mar y distancia (1983), narración epistolar cola revolución sandinista de Nicaragua al fondo. D’esi añu ye tamién un relatu infantil que da a estampa cola Academia de la Llingua, Vida y aventures de Musín. En 1985 publica un estensu romance satíricu–humorísticu, na tradición de los monólogos clásicos asturianos tituláu Romance de la boroña preñada. Xunta Ramón d’Andrés empobina la edición póstuma de lesObres inédites (1986) del que fuera’l so amigu Andrés Solar.
   Ocupáu en xeres polítiques, siempre dientro del Partíu Asturianista, onde ocupó puestos de relativa responabilidá, desde la publicación del llibru de relatos: Cuentos de bona oreya (1988), dexó pasar Carlos Rubiera más de diez años pa reapaecer como poeta con Venti sonetos (1999).


                             


RAMÓN D´ANDRÉS LLUCHADOR ONDE LOS HAYA DE NUESTRA LLINGÚA ASTURIANA

ANDRÉS, Ramón d'
(1959)

Nació en Madrid en 1959. Doctor en Filoloxía Hispánica pola Universidá d’Uviéu, fue profesor de Llingua Asturiana na Escuela de Maxisteriu ente 1985 y 1998; n’actualidá da clase na Facultá de Filoloxía. Ye autor de diverses obres de divulgación y estudiu de la llingua asturiana, ente elles dos populares diccionarios temáticos y una Gramática práctica y tien publicaos artículos asgaya per revistes como Lletres Asturianes yLliteratura.
   Nel tarrén lliterariu, entamó en 1986 la edición de les Obres inédites del escritor xixonés Andrés Solar. Publicó abondes versiones al asturiano de llibros de temática infantil y xuvenil y traduxo dos llibros d’entrambos poetes catalanes A trenc de mar de Mateu Pugibet y Quadernet de notes asturianes d’Anton Sala–Cornadó. Ente les varies obres divulgatives de Ramón d’Andrés, resalta polo que tuvo de novedosa nel panorama editorial asturianu: L’universu esplicáu a los rapazos (1984). Ye tamién el traductor d’obres dramátiques: Mayestrix contra Quasimodo, de Frédéric Latin (estrenada n’asturiano por Telón de Fondo en Xixón en 1988); de La posadera, de Carlo Goldoni (estrenada pol grupu Casona n’Uviéu en 1989) y de Memoria del llaberintu, d’Eladio de Pablo.
   Dirixe "Alitar Asturies", les páxines decanes del periodismu n’asturiano, d'El Comercio de Xixón y collabora davezu en Les Noticies, onde vien publicando una serie perinteresante sobre diverses y polémiques cuestiones sociollingüístiques. Con Llingua y xuiciu : Sobre delles cuestiones básiques del debate llingüísticu n'Asturies (1998) algamó'l premiu nacional d'ensayu Fuertes Acevedo.

XULIO VIEJO

VIEJO, Xulio
(1968)


Nació Xulio Viejo n’Uviéu nel añu 1968. Llicenciáu en Filoloxía pola Universidá d’Uviéu, doctoróse con una tesis sobre antroponimia asturiana. Trabaya como profesor de la Facultá de Filoloxía d’Uviéu.
   Diose a conocer en 1989 cola concesión a la so novela Na llende del condicional perfeutu d’un accésit del Premiu Xosefa Xovellanos. Correxida y meyorada, la obra de Viejo, publicóse un añu más tarde, en 1995. La novela, de fechura complexa, llinguaxe difícil y trama enravesada, dexaba a un llau los defectos típicos de tou escritor debutante p’amosar la bona traza del escelente narrador nel que se diba convertir Xulio Viejo más tarde. La publicación en 1992 del so llibru de relatos Les falcatrúes del demoniu ufierta la estampa d’un escritor ya maduru y consolidáu, autor de narraciones redondes y de técnica casi perfecta.
   Como narrador ta representáu en diversos volumes colectivos como El secretu de la lluvia (1992) o l’amuesa Antoloxía del cuentu asturianu contemporáneu (1994).
   Con Les etimoloxíes del silenciu (1997) algamó Xulio Viejo el premiu nacional de poesía n'asturiano, el Xuan María Acebal.
   Débese-y al Xulio Viejo estudiosu la modélica edición de Fábules, teatru y romances, d'Antón de Mari-Reguera, editada por Alvízoras en 1997. Tien publicaos varios llibros de calter filolóxicu y abondos artículos na revista Lletres asturianes; destacando na especialidá d'onomástica (Entamos d’onomástica asturiana,1992; La conformanza hestórica de l'antroponimia asturiana; 1997), Anguañu ye profesor de Lliteratura asturiana na Universidá d’Uviéu.
NA LLENDE DEL CONDICIONAL PERFEUTU

Yo siempre yera bien ayenu a les traxedies que nun foren les míes, igual por avezame a exercitar la indiferencia coles mios mesmes velees. Tucu yera otra cosa: un cabrón. Enterábase de les catástrofes del mundu y prestába–y buscar nelles un rispiu del que se reír, de nun reíse yá pola noticia en sí. De la qu’un avión con trescientes persones dientro afondara n’Atlánticu a elli diéra–y por imaxinar la cara d’un pasaxeru durmíu acabante esconsonar a lo fondero l’océanu ente pexes, algues y estrelles de mar. Entós, Xulia poníase terria y refartába–y la poca gracia del chiste y la so insensibilidá col dolor humán. Sólo ella yera a ponenos un poco de xacíu nestos casos. Yo, anque tentara inocentemente d’arreyame a la so formalidá por come–y tarrén a esi que yera daquella’l mio rival triunfante, acababa riendo les sos chancletaes indignes. Nun perdía nello porque Xulia, nun siendo que–y gobernare’l día una combinación d’estrelles especialmente negativa, acababa xuniéndose a los nuesos risos. Darréu, de nun s’enardar tantes casualidaes, habíamos reír con ganes cola muerte tan boba y maxestuosa del montañeru. A gargayaes.Sicasí, en dexando l’auricular del teléfonu, l’arrobexu violentu y acedu del resquemor atrasáu dexára–y camín a una encainada d’atristayamientu. Nun taba avezáu a que me relataren eses traxedies al escuchu y casi qu’en directo, nin a que me cincaren a mi anque namái que fore por nun la ver en tol día, nun día que, enriba, naciera tan emprunu como ési. Poro, l’anuncia de la muerte de Xurde pintábame distinto.
   N’amestándose cola sópita sensación de soledá y a los camientos escuros que referviera les últimes hores —dientro d’ellos la zuna que–y garrara al esguil patrioteru de los periódicos de la selmana— averábame vieyes dubies, edies que me diben ruxendo en maxín ensin conformase dafechu, y que me somorguiaben a modo nuna mena d’escepticismu qu’amenaciaba con enriar la mio esistencia pela más fondera concencia d’anonimatu hasta en zarrando los güeyos yá na cama. Dexábame llendáu nun momentu precisu dientro de la riestra d’ellos que fai la vida, nuna encruciada d’eses nes que el nuesu camín de verdaes irretrucables fai forques que nos empobinen pela remembranza o pel sueñu dexándonos al tiempu la posibilidá d’ignoralos y siguir pela sienda de lo escrito. Eso, nun sé cómo vos lo esplicar, dexélo ayures en papel y tinta.
   Ello ye que la casa se–y fexo pequena a tanta gafez. Según paría la tardi dedicárame a pasear pela sala, estrapastiando colos escarpinos pel sintasol enreor de la mesina del centru, y a espurrime, dos veces, en sofá, dándo–y al skay la posibilidá de ruxir y chiscar el mio silenciu ente que la cacía de dos díes siguía en bañal de la cocina ensin fregar. Vi la televisión dellos minutos, pasé’l deu pela polvorea del mueble debuxando nella unes paraleles, punxe al dereches les aguyes del reló, tres hores atrás, y tres de mirar tres veces pela ventana colé.
   Tenía entrena nesti papelón d’hipocondríacu que me tocara daquella: saborguiar, disidente de la güestia, tolos tópicos qu ‘ufiertaben les nueches soles y solitaries. A lo mesmo qu’un ecu, esi setiembre tornaba una xeografía que perconocía dientro la mio memoria, la de los llueñes díes de la biblioteca de la que te conociera, Xulia, progresión xeométrica de l’alcordanza, de la que me presentares a esi cabrón que se ría de les llaceries de la xente, que nun sé que foi d’elli. Esos díes tristayos, en tapeciendo, siempre daben comigo en parque, a pasear pente árboles d’importación ya interferir los amores sombrientos de los bancos de les veres. Darréu, zona hestórica de la ciudá, a eslleír la mio moria nos aliendos mústigos d’un tiempu nublu que yo refaía col retazu cultural que–y pudiera coyer a los últimos milenta años de la humanidá, na mio mediocre retrospectiva; un sieglu ideal que yo proyectaba neses caleyes col nome de Romanticismu–Pop, en sin midir la propiedá o la orixinalidá de la etiqueta.
   Remanecieren, eso sí, neones horteras per delles fachaes; pelos estragales de los pubs colaben saxofones que, darréu, sumíen llanciendo timbres de desesperanza, pintaes qu’espeyaben utopíes más o menos reveníes y xente, muncho, bebía esa nueche y na mio memoria nes antoxanes de los chigres estrizando’l mio vieyu mitu de masones all unaos y clandestinos. Costumismu nocherniegu del baratu.
   Tresmané la ruta l’olvidu. Dexando a mandrecha’l camín del parque, empobinara al barriu antigu onde, tres d’un curtiu ya inevitable pasu pela plaza la catedral, fui meteme drechu nel chigre de siempre. Coles tres o cuatro coses clares que tenía sobre’l presente nun me bagaba dir perhí, vagarientu, en plan d’efuxu cronolóxicu, d’escapismu temporal casi qu’ épicu. Nun bagaba nada. Metanos el mio allorie, veníame agora, irónico, lo deLos tiempos de la nuesa alma, esi falanciosu tratáu qu’escribiera yo hai unos meses sobre los tiempos del alma y qu’ayeri mesmo refugara un editorucu provincián diciendo nun se quéi d’un enguedeyu intelectual que torgaba con tantes encruciaes la bona llectura del relatu. Ponse que lo que más–y prestaba yera’l pone–y a los capítulos el nome d’un tiempu verbal que marcaba l’estáu del pensamientu, o del sentimientu, vei tú a saber, y definía pasiones de distinta mena. Polo demás, dixera, entá faíen falta igües, apolazar la técnica narrativa, echa–y xeitu... Hasta suxuría la posibilidá de que fore un plaxu dexando sali–y de la boca tres títulos de llibros que, de xuru, nun lliera. Nun yera, evidentemente, un bon tiempu. Con un calabre absurdu separtándome esa nueche de la muyer de los mios sueños y envolubrándome con prietes escatoloxíes, yera la d’acetase unu, con sufrencia, como una vagarienta caricatura solliteraria, la de vese ensin eso que na mitoloxía urbana llamen raigaños, lo cualo, entá siquier, revertía nuna sensación de murnia atrayente Humpfrey Bogart que confortaba.A lo baxero d’una cai pindia y escura, esi chigre siempre lu viera anónimu. Frayáren–y el neón del estragal nuna engarradiella d’estudiantes y policía na mio prehestoria y de magar, nun volviera tener nome, o, siquier, yo nun lu sabía. Esa nueche l’anonimatu engrandara, nun faía siquier referencia a momento dalu de la hestoria pasada. L’aselu que siempre viera dientro camudara nun runfíu xavaz de xente de pie y arrexuntao en corros de cinco o seis, qu’aldericaba a vozaes, unos pelos otros, ente un fumo mesto como nun ca, l’amiestu de milenta tribes de tabaco. Alcontré a Loi furando cola vista pente la xente. Asitiáu nuna mesa delantre d’una copa, esmanuxaba y faía otros xestos esplicativos a un desconocíu qu’espenaba les uñes con un palín. Cibrán, cola so pinta d’axente bursátil en bancarrota, esbatuxaba embaídu un vasu llargu con un llíquido tresparente semao de burbuyes trocoletiando. Por faer, o por nun faer, sentéme con ellos tres d’un saludu curtiu al que nun rispieron y, como xuniéndome a la xera de Cibrán, púnxeme a remanar col deu la povisa del ceniceru enllargando de xemes en cuando l’antena por oyer a Loi falando, entá ablucáu, de lo qu’elli viera en vivo de la barandiella de la plaza, a la vera l’escenariu onde allugaren el coro.
   Yo nun sé de xuru si ello entamó colo de les palombes o si, a la escontra, yera daqué que me viniera lleldando dientro dende pesllame la puerta l’editor con aloyes impresentables. Igual nació del timbrazu del teléfonu. Xulia llamóme a les siete menos cuartu; ceremoniosu, yo chaba ensel na taza’l café negro a mediu ferver colo que quería esfaer la borrina qu’el pigazu la tardi escaeciera en cerebru. Nun tiempu toviera concenciáu de ser l’únicu que durmía en llugar a la hora del festexu aciar y prestábame sentilo asina. Entá caltenía na boca l’amargor de rucar la imaxe d’esi (“promocionar xóvenes valores de la provincia” dicía) tarrecible executivu de traxe sport que me condergara ayeri, ensin dexar de sonreír, a siguir espublizando en multicopista, darréu que les mios fueyes nun algamaben, al so decir, unos finxos de calidá que garantizaren la rentabilidá de la edició n. Esti amargor vertíalu en chasquíos de fadiu cola llingua y nun enchipe xeneral escontra’l sistema cósmicu y humán ensin muncha racionalización, nuna especie de noxu que remanecía en viendo xingase les banderuques de papel nos filos que cruzaben les cais de vera a vera, de farola a farola, o de vergoña ayena n’alcordándome de los suaños patrioteros del agora calabre. Esta cascancia amatagó per unes hores el recuerdu d’esi rescamplu agoreru de palombres col qu’emprimara’l día y que, al teléfonu, anque quixere y paeciere casi que natural, nun yera a concretar dafechu no que dicía Xulia.
   Lo primero en ver acabante llevantar la persiana, n’esconsoñando, de la que’l sol diba averándose a la raxón, foi una nube de palombes buxes que nalaron delantre mi, en curva, por perdese darréu penriba’l teyáu. Fora una sensación inesperada y curtia que me dexara un intre acesmando’l cielu col aire cuidatible, de fondos pensamientos, mentantu qu’abrugaba la sobarba y dexaba afogase, más llueñe, el palmotiar de la xente ensamao onde les castañales d’Indies del parque. Yeren segun dos mestos. Perdí d’esbocexar por definilu aína como ún d’esos momentos con arume de destín in definíu que venía a aguiyar el mio escépticu fatalismu con una hestoria aborronada, ensin llendes clares, que diba desendolcándose nun tiempu inconcretu y dexando un imprecisu tastu revináu en soconsciente. Pero lluéu tuve a olvidalo; a la hora del timbrazu eses palombes, lliberaes como xestu de paz y llibertá, yá nun yeren en pa mi más que pa llarar la ciudá de cagatos.
   Nun taba nada, nin lo d’agora, en guión. La so fala y la so voz esnidiando pel cable del teléfonu venía a esñizalu, a esparder los sos retayos pel abegosu tiempu que me queda. Alcordábame de vel a, yá dos díes, enficiada nes posibilidaes del mio novelón y d’enficiame yo darréu nes míes imaxin ándome inxenuamente triunfante, dándo–y la bona noticia, recoyendo les sos felicitaciones, hinchaes d’almiración, y, al meyor, aprovechando’l bon clima, soltándo–y una d’eses frasines xeniales y efectives que me vienen dacuando, agora al serviciu d’una escena rosa, tres de tantos meses de tener pela llingua y afogar pruyicios. En fin, otra vez sedrá, dixera con una sonrisina llana. Yo supunxera nello decepción, della lloñura y, afondando nel mio aforfugu, desdeñu. Siguía nello al teléfon u ente que Xulia me debuxaba la situación cola voz grave pero sele que yo, coses míes, xeneralizo a toles muyeres llantaes delantre d’un drama ayenu, y me quitaba la posibilidá de más consuelu. Poro, siguía ensin atolenar, pensando nel guión frayáu y rucando derrotismu. Anque guarare la esperanza de salir d’esi afandamientu con unes hores de bon sueñu, les sos palabres, el bocetu de la situación y l’adiós, cuadraben bien na mio velea d’esllarigáu y faíen inútiles los fondos mecanismos d’autodefensa sicolóxica que queríen esborriar el fracasu evidente allumando’l llau positivu y sol idariu del otra vez sedrá col que–y punxéramos fin a la rocada d’esa la otra nueche na que yo me comportara netu qu’un posesu depresivu.
   D’esa nueche caltengo’l ruxerrux informe de la parolada de Loi, la imaxe mítica de Cibrán y el resquemor de saber qu’el llibru albortáu col que tanto m’ensobeyara delantre d’ellas amorrentaba en caxón col mesmu destín que los poemas que notra época espublizara nel so cartafueyu de fotocopies mal grapaes. Nun me preguntaron por ello, non. Sólo lo otro: ablucante, Cueva, impresión, fatum. El mio amoriar dexába–y entós un sitín a la rocea cuando Loi calcaba, encegoláu nello, la gafa muerte de Cueva y les ganes de vela nel noticieru de televisión; ente que Cibrán, a la vera, siguía esbatuxando y surniando burbuyes, ensin palabra. A tar de gracia, de ralu en ralu, Cibrán dexaba esnidiar pelos llabios frases en son de lletanía qu’elli dicía prenunciaes nuna fala que–y aprendieren, según la so hestoria, nuna comuña relixosa d’aniciu n’Himalaya na qu’entrara afaláu por un desamor. Dacuando enseñábanos una foto en blanco y negro na que se lu vía dientro d’una túnica con barbáu de pantocrátor. Faía por encontiar asina’l so testimoniu pero yo nun yera a ve–y una hestoria detrás. Siquier nun me daba más, el casu yera qu’esa retafila de consonantes aspiraes, surniaes, amás de la lloñura cola que les rungaba, dába–y al so discursu un algame fondu. Yera como un factotum que zarrare l’inquiz del universu ente los milenta significaos nos que podíemos escoyer. Quiciaves esa nueche naguare por ello, por oyelu, pero a la de marchar, la hora del últimu noticieru, Cibrán entá nun gurgutara.
   Na plaza quedaben pocos a eses hores, dellos gusmiones qu’enta miraben, con sueñu, cómo los bomberos entainaben camín del cuartel fayendo xirar la lluz azul de la sirena del coche, como si quixeren xustificar la so presencia con esi fechu ensin xacíu nesa hora erma de la ciudá. Yera esa imaxe’l resume que la mio impotencia, cuidatible, quería faer del día, y ye güei que nun escaezo esi baille de sirena azul que vieno delantre de la mio güeyada fatal al chapitel. La mayor escalera de los bomberos entá yera curtia y nun algamaben el pináculu. Díxomelo daquién con gana de parola al que yo atayé y fixe marchar col mio silenciu.
   Llevaba n’ayén desque en llevantando la persiana esi báramu d’aves qu’apurría fechos y nomes azarientos me dexara pel cielu una parábola de povisa, desque en colgándo–y a Xulia’l teléfonu saliera d’un día más de la mio vida, d’esi qu’agora, a la de morrer, amestábase con una cenciella imaxinación que nacía entós ensin ser yo nunca, nenyures, a dixebralos. Quedábame povisa de tabaco en deu y Loi seguiría, de xuru, amansuñando la muerte ablucante de Cueva.