martes, 24 de abril de 2018

Unión © Fatine Sebti

Erase un vez un bolígrafo enamorado. Su amada era linda, clara como el día, dulce como una caricia, ligera como la brisa de la aurora, fresca como una rosa, gozosa como una sonrisa, frágil como un cristal, tímida como una virgen.... Pero muda como el silencio.
Ella estaba a su lado, bastaba un soplo de aire para que la tocara, pero no se atrevía, todavía no se atrevía. Entonces se contentaba con contemplarla con sus ojos color adoración.
La miraba intensamente esperando que este gesto expresara las palabras que su corazón sólo podía callar. La veía tan bella, tan graciosa, tan fina, que pensaba que no había ninguna esperanza de que ella le hiciera caso. No era un rotulador robusto, ni una pluma estilográfica elegante sino un pobre bolígrafo de plástico vulgar con un pobre y loco corazón
Un día, alguien dejó la ventana abierta y olvidó cerrar la puerta. Se produjo una corriente de aire y él acabó sobre ella. Su corazón empezó a latir muy rápido, la había tocado, sin quererlo. ¡ Si, la estaba tocando ¡ Temía que ella lo repudiara, lo rechazara .... Pero ante su gran sorpresa, lo abrazó suavemente y le susurró " Por fin "
Feliz como un rey, se dejó llevar. Y una mañana alegre de primavera, nuestro amigo, el bolígrafo, y su amada, la hoja, hicieron el amor.  Ella le ofreció su blanco cuerpo con un dulce estremecimiento; él, simplemente se entregó, la poseyó por completo, enteramente.... Se agitó sobre ella con gracia, con arte, alimentándola con su tinta... Del amor nacieron letras, estas crecieron y se volvieron palabras, luego, se entremezclaron y formaron frases. Y las frases, a su vez, párrafos
Los frutos del amor eran diferentes: los había alegres, quejosos, tiernos, rebeldes, bellos, sumisos, azules, amarillos, fríos, cálidos, tímidos, presuntuosos, humildes....
Pero estaban tan bien combinados que formaban un conjunto de una armonía fascinante.
El bolígrafo, sin aliento, sin tinta, sin fuerzas, pero feliz y apaciguado, se tendió al lado de su amante, la hoja. Ella había perdido su blancura, su frescura y su claridad, pero su sonrisa iluminaba su rostro, y una sensación de plenitud llenaba su alma. Entonces, él abrazó a sus hijos tiernamente y se durmió. Para siempre